lunes

BRUMA ROSA



Así llaman los de explosivos a alguien que explota.

La bomba se detona, y cualquiera que esté cerca explota en un millón de partículas. 

Se convierte en líquido. 
No queda nada, sólo trozos de carne humana y sangre.
Bruma rosa. 
A veces no encuentran ni un dedo entero. 
Eres una persona y en un segundo eres una lluvia de carne...

miércoles

Deseo.


Besame con tus manos y deja que te bese con el dorso de mi lengua;
que tu piel sea fiel a mis oidos, que sea capaz de
escuchar como la llamo con las pupilas.
Dejame ver la luz cálorifica de tu respiración.

Ven te invoco. 
Mon fantôme.

lunes

Silencio part. 2

Súbitamente apareció sobre el cielo de Hiroshima el resplandor de una luz blanquecina rosada, acompañado de una trepidación monstruosa que fue seguida inmediatamente por un viento abrasador que barría cuanto hallaba a su paso.Las personas quedaban calcinadas por una ola de calor abrazador. 


Muchas personas murieron en el acto, otras yacían retorciéndose en el suelo, clamando en su agonía por el intolerable dolor de sus quemaduras.
Quienes lograron escapar milagrosamente de las quemaduras de la onda expansiva, murieron a  los veinte o treinta días como consecuencia de los mortales rayos gamma. Generaciones de japoneses debieron soportar malformaciones en sus nacimientos por causa de la radiactividad. Unas cien mil personas murieron en el acto y un número no determinado de víctimas se fue sumando con el paso de los días y de los años por los efectos duraderos de la radiactividad.  



A pesar de la magnitud del desastre, los japoneses decidieron seguir luchando hasta el final en una prueba de su valor como pueblo guerrero.

9 de agosto otra bomba, esta vez de plutonio, caía sobre la población de Nagasaki. Los efectos fueron menos devastadores por la topografía del terreno pero 73.000 personas perdieron la vida y 60.000 resultaron heridas. Contra todos los pronósticos, el ministro de guerra japonés Korechika Anami comunicó inmediatamente que el Japón seguiría peleando hasta perder a su último hombre. 
Por esas horas dramáticas, los oficiales del Ejército y la Armada se enfrentaban al pesimismo del emperador Hirohito que se mostraba dispuesto a firmar la rendición incondicional. Un intento de golpe de estado causó la muerte de soldados leales al emperador y de algunos oficiales rebeldes, lo cual demuestra que aún después del devastador efecto de las bombas atómicas, los japoneses seguían debatiéndose entre pelear y rendirse sin amedrentarse ante el peligro de una tercera bomba.
Numerosos oficiales incluyendo al propio Anami se suicidaron por medio del harakiri(ritual milenario) antes de rendirse al enemigo. La misma actitud siguieron muchos soldados y civiles en el campo de batalla que se mataban entre ellos frente a los captores que no podían dar crédito a semejante fanatismo. Recién el 15 de agosto, casi una semana después de Nagasaki, el pueblo japonés escuchaba por primera vez la voz de su emperador que había tenido que descender de su condición divina para convencer a su pueblo de que debía rendirse. Sin pronunciar la palabra "rendición" dijo que la guerra había terminado. 
Contra la creencia de muchos, Japón decidió rendirse no tanto por el efecto de las bombas atómicas sino por el ataque artero de la Unión Soviética desde Manchuria el día 8 de agosto de 1945. Cuando un millón y medio de rusos con sus fuerzas blindadas se lanzaron en el interior de Manchuria, los japoneses comprendieron que era inútil seguir resistiendo. Este hecho desmiente el típico cinismo de los historiadores occidentales que aún hoy sostienen que las bombas atómicas fueron necesarias para acortar la guerra y, por ende, para "ahorrar" la vida de miles de soldados que los aliados habrían perdido en su intento por invadir el Japón. 
Aún si esto fuera cierto, nada justifica haberle provocado la muerte instantánea a por lo menos 180.000 civiles inocentes que no eran soldados ni formaban parte de un objetivo militar.   


viernes

Silencio.


En agosto de 1939, el sabio Albert Einstein había escrito al presidente de Estados Unidos, advirtiéndole de que la desintegración nuclear en cadena podía producir una bomba atómica más devastadora que cualquiera de las armas hasta entonces conocidas.
En un esfuerzo secreto con Canadá y Gran Bretaña,Roosvelt dió curso a un trabajo de investigación que cinco años más tarde culminaría con el lanzamiento de la bomba atómica sobre la población civil de Hiroshima.
En realidad, una primera bomba atómica fue lanzada como prueba en la población de Alamogordo, Nuevo México, Estados Unidos el 16 de julio de 1945; como parte experimental del proyecto Manhattan. 


El 26 de julio de 1945, el presidente norteamericano Harry Truman lanzó una proclama al pueblo japonés, conocida luego como la Declaración de Potsdam, pidiendo la rendición incondicional del Japón so pena de sufrir una devastadora destrucción aunque sin hacer referencia a la bomba atómica.Según la proclama, Japón sería desposeído de sus conquistas y su soberanía quedaría reducida a las islas niponas.Además los dirigentes militares del Japón serían procesados y condenados restableciéndose la libertad de expresión, de cultos y de pensamientos.
Conociendo la mentalidad de los japoneses, es evidente que Truman buscaba el efecto contrario al que manifestaba públicamente. Los japoneses, humillados en su orgullo, no se rendirían y  entonces Truman podría lanzar su anhelada bomba atómica, más como un mensaje intimidatorio hacia Stalin que pensando en la derrota japonesa que ya era casi un hecho. El 29 de julio el premier japonés Suzuki  rechazó la propuesta de Truman. 

El 3 de agosto, Truman dio la orden de arrojar  las bombas atómicas en Hiroshima, Kokura, Niigata o Nagasaki.El objetivo le era indistinto y la suerte de cientos de miles de almas inocentes parecieron no importarle demasiado. El 6 de agosto despegaba rumbo a Hiroshima la primera formación de bombarderos B-29. Uno de ellos, el Enola Gay, piloteado por el coronel Paul Tibbets, llevaba la bomba atómica; otros dos aviones lo acompañaban en calidad de observadores.

Continuará el día 9.

miércoles

El hijo de...



. . . Y bien, cada domingo venia a visitarme, y yo en parte quería que dejara de hacerlo... pero él era tan constante como el sol en verano; todos los domingos venia a verme.

Siempre era por las tardes. Salíamos a caminar al oxxo mas cercano para sentarnos a beber un café, ya que consideraba que un hogar sin café no es el mejor sitio para charlar; otras veces íbamos al jardín o sí estaba lloviendo nos quedábamos en su camioneta; siempre charlando por largos periodos.

Trivialidades; por que esas platicas parecían consultas psicológicas; él se sentía bien con migo o más bien para él el estar con migo le hacia sentir bien... se sentía tan libre como me lo confeso en más de cien-mil coacciones. Y para mi era conocer la historia de siempre, repetir los pasos que le llevaron a suicidarse; que en su mayoría eran cosas del pasado-ahora. Nos sentábamos hombro con hombro, con el café en las manos y el olor de un viejo cigarrillo en el aire y automáticamente salían disparadas las palabras como un torrente que parecía que nunca acabaría, justamente como el agua del Niágara.

Y era así, a pesar de estar congelado, por debajo siempre fluía el agua... y me pedía que no dijera nada; pero es que no había que decir, todo lo decía él con una frialdad incalculable... con una soledad que me parecía admirable,  fingiendo que el único amor de su vida era una muerta del pasado... y en silencio por debajo de su piel yo sabía que amaba en el presente con una intensidad endemoniada...

Esta mañana ando de lengua larga.